Leer a Candelaria Kristof y ser invitado a presentar “Tráfico de corazones” es una tarea grata e inquietante. En esto coinciden quienes ya la han descubierto y justipreciado en trabajos anteriores, por lo que ha sido elogiada con razón.Su estilo es el de una exploradora abocada a las reacciones humanas que se definen con las neurosis propias de la clase media aposentada.
No existen muchas maneras de cumplir como lector de sus textos irreverentes y angustiantes, que dejarle señalar las mentiras domésticas por las que nos sentimos descubiertos en nuestras herejías moderadas y al mismo tiempo secretas.La “marca” de Candelaria es un solapado erotismo del cual parece conocer hasta los rincones más oscuros.En definitiva, el lector tiene la oportunidad de adentrarse en historias fundadas y condimentadas con una espontaneidad que la rica personalidad de la autora aporta.