Friedrich Nietzsche planteaba en «La gaya ciencia» (1882) su teoría del eterno retorno con la pregunta de qué sucedería si un demonio apareciese un día para decirnos que esta vida, tal cual la vivimos se nos repitiera una y otra vez infinitamente sin cambio alguno, con los mismos placeres y dolores que hemos tenido y en la misma secuencia y sucesión.Esto, contradice tal vez la idea del ya conocido río de Heráclito tan citado por Borges, en el que ningún hombre se baña dos veces en él. Es el tiempo lineal representado en un río que implica irreversibilidad y olvido. Esta paradoja entre el tiempo Lineal que refería Heráclito y el tiempo Cíclico, también pueden ser parte del juego borgeano sobre el doble oponente en el cual el hombre mismo suele ser su propio enemigo, presagio de lo fatal que a Borges lo “acecha en los espejos, en la caoba, en los cristales de las Tiendas”, pero que acaso no conviene escapar de ello por el castigo infinito que, semejante a la inmortalidad, aguardaría al romper esa linealidad: “La puerta del suicida está abierta, pero los teólogos afirman que en la sombra ulterior del otro reino estaré yo, esperándome”.