Aunque hay otras versiones, lo históricamente cierto es que Leo enviaba sus cuentos a Brecha, o a veces los llevaba personalmente, sobre todo si estos cuentos iban a ser publicados por primera vez y eran un tanto tímidos o no sabían bajarse en la parada correcta. Sanopi, por su parte, acostumbraba recoger los textos a altas horas de la noche o en las madrugadas más neblinosas, casi siempre de apuro, porque suponía que en otros momentos del día iba a tener cosas más importantes que hacer. En más de una ocasión, Leo y Sanopi se cruzaron en la puerta, en la esquina o en las penumbrosas escaleras del semanario, pero nunca se vieron, o mejor dicho, nunca supieron que se había visto. Como Leo no conocía a Sanopi y éste, que si lo tenía visto a Leo de las tapas de los discos, las fotos de sociales, los afiches y de sus propios dibujos, generalmente iba tan apurado...Así durante nueve largos años. Hace poco, en una poco pomposa recepción de una embajada no muy importante, alguien los presentó y por primera vez se vieron las caras de forma consciente. Luego de reponerse, y allí mismo, pidieron papel y decidieron formalizar este libro. Prometieron saludarse la próxima vez que se encuentren, si es que logran conocerse. Editorial Perro Andaluz